domingo, 2 de octubre de 2011

Chavo Jones. Exorcismo. El Perro Negro.


Monte Real Escobedo.

Eran los años 90s. Muchas historias se habían planteado en la zona. Un enorme pájaro por las noches llegaba al Andador De la Concordia a posarse amenazante ante la chaviza que regularmente se embriagaban en plena plaza.

Así fueron los días previos al exorcismo. Pasaba un sin número de hechos sorprendentes. Todos siempre enfocados entre el Andador De la Concordia y el 4to. Andador de la Paz. Dichos andadores chocaban en una plaza donde por lo general se daban hechos inusuales.

Uno de ellos le sucedió a un Señor quien vivía en el Edificio Norte en el segundo piso condominio derecho. El señor ya entrado en copas venia de la Avenida Juárez caminando. Cerca de ahí, desde los campos de futbol un inmenso perro negro del cual no especifica raza lo empezó a seguir. El Señor volteaba y cada vez que lo hacia el perro se detenía. El perro siempre que volteaba el Señor siempre le gruñía ferozmente. Asustado, el Señor aun con sus cávales siguió un poco apurado rumbo a su casa. Caminaba por la Avenida De la Amistad acelerando cada vez más el paso sin llegar a correr. Ya habían sido varios cientos de metros que el perro negro lo seguía.

Tomo el Andador De la Concordia y fue ahí cuando se le hicieron eternos los segundos. Pensó que al doblar sobre su edificio y perderle la vista al perro seria su única oportunidad de deshacerse de él, debido que aparte de perderle la vista cuando el perro doblase el Señor ya estaría subiendo las escaleras y el perro no lo vería y por ende no lo alcanzaría.

Así sucedió. Llego a la esquina del edificio y el Señor empezó a correr sin mirar atrás. Subió rápidamente las escaleras y al doblar a la derecha para dar con su casa en la puerta estaba apostado el perro gruñéndole.

El Señor se quedo sin palabras. Solo se sentó y comenzó a llorar. Fue así que sus familiares lo escucharon y salieron para ver qué era lo que sucedía. Ahí vieron al Señor apostado en el porche, perdido en su miedo y con la adrenalina al máximo. El alcohol ya había perdido su efecto. Los familiares le decían reiteradamente que no había ningún perro. Ya calmado, pudo ingresar a su departamento y comento lo sucedido a sus familiares.