viernes, 29 de abril de 2011

Las Grutas de García y los Marmolejo. Cap. 4. La invitación al cura Sobrevilla.


El Sr. Cura se llamaba Juan Antonio Sobrevilla, originario de Lampazos del Naranjo, N.L., pero por esa época oficiaba en el Templo de este lugar que ya para entonces como hasta ahora se llama Iglesia de San Juan Bautista (el Santo Patrono del Pueblo) y que teniendo el una gran inquietud por los paseos al campo, se interesó de tal manera que se puso al habla con los Marmolejo (Ignacio y Cornelio), quienes le explicaron personalmente de la grandeza que observaron en la cueva hacía ya 5 meses, pues para entonces ya se programaban las fiestas del día de San Juan Bautista, tradicionalmente una gran fiesta, todo un acontecimiento que volcaba al pueblo mientras duraba la festividad.

El Padre Sobrevilla se entusiasmó y comenzó a organizar a un grupo de vecinos, que estaban ansiosos por conocer la cueva y voluntariamente se ofrecieron en acompañarlo y por sugerencia del sacerdote, todos llegaron al acuerdo de que fuera el 24 de junio, día de San Juan cuando iniciaran este viaje de exploración, para que hubiera un motivo más a esta fiesta y también porque era el día de su santo del Cura.

Todos aceptaron este compromiso y fue tarea de cada uno preparar cabalgaduras, velas, lámparas, cuerdas y un cordel delgado y bastante largo para tenerlos desde la entrada y no perderse dentro de la caverna, como el la nombraba, además llevarían lonches, agua y por supuesto los Marmolejo los guiaron hasta la entrada.

El 24 de junio de 1843, desde la madrugada se oía música por distintos lugares del pueblo, festejaban al Santo Patrono del lugar, Juanes y Juanitas, las campanas de la iglesia comenzaron a sonar, la misa especial dio comienzo desde muy temprano, hubo confesiones, comuniones, bautizos, regalos, desayunos y almuerzos especiales y con todo esto le dieron un tinte muy significativo al festejo religioso, hubo además en otro lugar del pueblo carreras de caballos, organizadas estas por la gente del campo, y la invitación a este evento fue general, acompañado como siempre de música, gritos y aplausos para los ganadores.

Todo esto hizo que se prolongara el tiempo y poco después empezó a llover como casi todos los años ocurría esto el día de San Juan, por lo que hubo que posponer para el día siguiente la exploración a la cueva y fue así como el 25 de junio, a las primeras horas de la fresca y húmeda mañana se organizó aquel grupo formado por 11 personas, entre ellas el Cura del pueblo como organizador y los Marmolejo como guías que con disciplina y entusiasmo iniciaron el viaje con rumbo al potrero del cercado, llevando las cosas más indispensables. Tomaron por calles y callejones hasta salir del camino carretonero que todavía estaba mojado por la lluvia del día anterior. Sus cabalgaduras, pacientes, disciplinadas y tranquilas marchaban por el camino angosto despejado de obstáculos. Todos felices platicaban y reían. Al llegar a la boca del potrero formado por el angosto cañón a cuyos lados se levantan majestuosas montañas con sus obscuros y silenciosos rincones que observan el paso de aquellos jinetes quienes, entusiasmaos, seguían por el sinuoso camino hasta llegar a la parte baja frente a donde está la cueva. Ahí, por indicaciones de los guía, desmontaron, aseguraron sus cabalgaduras, cargaron con su modesto equipo y a pie iniciaron la subida al cerro donde se encuentra la gruta.

Al principio algunos de ellos se adelantaron a los demás, pero el sacerdote como responsable de esta aventura, les pidió que esperaran al resto del grupo como vía de precaución para evitar un accidente.

Con gran sacrificio para quienes no estaban acostumbrados y después de casi una hora de subir, todos llegaron a la cueva, uno a uno iban llegando sin atreverse a seguir hasta que todos estuvieran ahí, la encontraron como es, “Grande y Silenciosa”

CONTINUARA…