miércoles, 27 de abril de 2011

Chavo Jones. Atrapada en la TV.


Gran parte de tener éxito en los tesoros es hacerle mucho caso a la intuición. Muchas de las veces la intuición es la que hace la diferencia.

Juan Hipnosis regresaba del trabajo en Cd. Capital. Venía en el colectivo y se sentó al lado de un tipo. Sin más surgió la plática. No es común que Juan le hable a cualquier desconocido, pero ese tipo le llamaba la atención. Terminaron platicando de la casa del tipo en cuestión. Vivía en García, en una colonia que me abstengo de decir el nombre. Acordaron que después se verían para verse en la casa del tipo, en la cual sucedían hechos extraños.

Ya Juan la había visitado en una ocasión cuando regresaba el grupo dividido en dos camionetas de un punto. Acordó regresar después.

Fue ese día después cuando yo, Juan Hipnosis y un pelado que le hacía a la brujería fuimos a la casa en cuestión. Ahí nos recibió una familia muy humilde en su tejaban.

En el pasillo de la entrada se había visto recurrentemente a una niña. Ya toda la familia la había visto, inclusive hasta los niños habitantes del lugar.

Contaban que en el punto donde se aparecía ya habían escarbado otros buscadores de tesoros. Al hacerlo un niño vecino del lugar se quedó estático viendo el poso que escarbaban. Había perdido el sentido y estaba paralizado. Optaron por dejar de escarbar y ya no lo volvieron a hacer.

Pasó el tiempo y aún seguían viendo a la niña en el pasillo. El compañero que llevábamos se posó en el lugar y sintió una presencia. Los habitantes de la casa estaban algo desesperados, y nos mencionaban que si hacíamos algo que les avisáramos, para ello salirse de la casa. Contaban además que en la casa de al lado misma que estaba deshabitada, los vecinos utilizaban la quija.

La casa en cuestión no era la del tipo del colectivo. Juan había usado las varas y lo había mandado justo a la casa de al lado en el punto de donde se aparecía la niña. Una casa más delante es donde se usaba la quija.

Contaba un niño con una fluidez no normal en un niño de no más de 9 años, que su papa un día estaba viendo la tele cuando dejó de funcionar. Se quitó la imagen y salieron algunas líneas, cuando de la televisión salió una voz de una niña diciendo “Holaaa… Holaaa”.

Nos alejamos del lugar y determinábamos si le dábamos seguimiento o no. Platicando se determinó que no había tesoro alguno, que igual le podríamos dar seguimiento al asunto para hacerle un bien a las personas que habitaban la casa mismas que ya no vivían tranquilos. El problema radicaba en el proceso de deshacernos de la niña. Con alta posibilidad estaría enterrada ahí, habría que hacerle una misa y enterrar los huesitos en el panteón. Ante tal hecho y ver el asunto de tener que dar fe a las autoridades dimos por hecho que olvidaríamos el punto, esperando que los lugareños se acostumbrasen al fenómeno.

La actitud de la gente de la casa me dio un aire de responsabilidad. Era la primera ocasión que me sentía profesional en la búsqueda de tesoros.