martes, 16 de agosto de 2011

Paseando por Roma. La vuelta.


Pensando que el colectivo vendría de regreso prontamente lo agarre de ida. Era la costumbre de años atrás, no me había percatado cuanto había crecido la Agropecuaria.

Así, pase por el putero de la Lily, el homosexual más feo del mundo del que tenga conocimiento. Igual que antes, nada ha cambiado a su cantina aterrada, donde en una ocasión guacareandose el Finado Téllez, aventó su placa dental, al siguiente día llego cuestionando por ella y le contestaron preguntándole que numero tenia. Toda la cantina termino en risas.

Un mundo nuevo a lo lejos. La Nueva Alianza. La escoria aventada de lo que eran las vías de tren a Monclova y Tampico entre otras, fueron reubicados a esa zona por Fomerrey.

La última vez que los vi tan solo era una muchedumbre con tejabanes a punto de incendiarse. Ahora, muchas calles pavimentadas, polvorientas como en los inicios de la Santa Martha, pero ya era una comunidad en pleno desarrollo. Como los depósitos, abundan las comercializadoras de materiales. Parece una zona devastada. Todo el mundo construye y solo las tiendas de abarrotes, depósitos y demás comercios se dan el lujo de pintar sus fachadas.

El colectivo me llevo hasta lo mas ultimo de la ruta, ahí tuve que bajar y arreglar el error que había cometido al agarrar ese camión pensando que no tardaría mucho en regresar.

Ando casi en las Faldas del cerro de San Miguel, uno de los dos únicos cerros con los que cuenta Escobedo. De hecho, me encuentro en unas pocas cuadras de una colonia que pertenece al municipio del Carmen.

Ya de regreso la gente se sube feliz al colectivo. Un joven Mezquite le da sombra a la gente que espera el camión. Están a décadas de que Starmedia les ponga una parada de acero inoxidable que les proteja del sol. No por que no funcione la mercadotecnia, sino que seguramente se robaran el acero para venderlo al kilo.

Una familia se sube al camión. Los niños ríen gustosos de que irán muy seguramente a la Soriana más cercana, en Cd. Solidaridad. Un amiguito de uno de los niños lo saluda muy gustoso desde la puerta de su casa. Otro amiguito con una sonrisa muy sincera en su bicicleta, pedalea lo más rápido que puede para seguir al camión donde viaja.

Todos van muy felices, excepto el chofer y yo así como uno que otro albañil. De pronto, una colonia de buen ver, sus fachadas armoniosas contrastan con las de la Nueva Alianza. Son las casas de consigna para un asalto. Como si fuese otro mundo hasta tienen frutería ambulante y no se les ve ninguna tienda o comercio.

Sigo viajando y se nota como el DIF esta en constante comunión con los habitantes. Como si se tratase de una zona de guerra, las cuadrillas van de casa en casa dando apoyos a los habitantes.

De entre los puestos de comensales abundan los de la venta de chicharrones, seguramente de algún porcino matado al momento.

Salgo de la colonia rumbo a la carretera a las Pedreras. Esperanzado de notar algún Venado como los que se veían hace tan solo unos años, miro detenidamente la falda del cerro con la esperanza mínimo de ver una liebre. No puedo imaginarme la vida en la noche, con las peleas de gallos clandestinas y todas las casas de seguridad de la zona.

Ya en carretera, paso por PACCSA y las instalaciones de Maíz Mier, las dos constructoras mas beneficiadas en las ultimas dos administraciones priistas, una del esposo de la alcaldesa de Escobedo, la otra del suegro de Nati.

El camión se mete a una colonia llamada Pedregal de San Francisco. Todo es modernidad. Tapizada de escuelas también cuentan con aulas móviles modernas, todas las aulas con climas. Abundan los puestos de tacos a vapor. Casi no hay tierra en las calles y la gente vive con normalidad.

Pasando la autopista esta la Monclovita. Diminutivo del nombre real de la colonia ya que es de tan solo unas pocas calles. Como siempre aprovechándose de los mas jodidos, la colonia los recibe con un grupo religioso llamado “Iglesia Cristiana de la perseverancia Familiar” El nombre, en alusión a darle en el clavo a los problemas fundamentales de dicha comunidad de la zona, donde el líder de la familia por lo general es un alcohólico.

El colectivo del cual no conozco la ruta me lleva a la 18 de octubre. Colonia de la cual tengo pocos recuerdos de cuando la visitaba hace alrededor de 15 años. Muy cambiada pude notar que por ahí pasaba la ruta 220 Unidad. Me baje y pregunte si se dirigía a San Nicolás. Otra vida, camión con clima.

No del todo era comodidad. Me senté en un asiento donde me acompañaba una bolsa con alimentos a medio comer. Se le podían notar algunos huesos de pollo. Al otro lado del pasillo un tipo escupía en el piso. La gente lugareña no se adaptaba aun a tanta comodidad.

Paso por Santa Martha. Lejos quedaron aquellos recuerdos de las marraneras que acompañaban el Rio San Martin, o aquel señor que sin mas se empezó a desahogar sobre su vida y se echo en llanto ante un desconocido.

La Santa Martha refleja el pasar de los años. Abundan los puestos de tacos de Bistec y de Trompo. Contrasta con la colonia San Francisco, de aquellos futuros taqueros que empiezan con los de vapor, o más aun, con aquellos de la Nueva Alianza que matado marrano al momento ofrecen tacos de chicharrón. Es parte de la evolución social.

El Pedregal del Topo luce tal cual monstruo hostil esperase a cualquiera que lo visite. No esta muy lejos de parecerse a cualquier Fabela brasileña. Tal es la problemática que hasta la Secretaria de Seguridad Publica se estableció en las faldas del cerro. Por entre la avenida, luce un edificio del gobierno dedicado a la justicia familiar. Dando en el clavo del problema social de la zona como los cristianos lo hicieron en la Monclovita.

Duermo un poco, despierto en San Nicolás. Sin ir a Roma fue casi como estar ahí por el viaje turístico, como aquellos aventureros europeos que viajan al desierto del Sinaí o aquellos que gustan por viajar a los países más pobres del mundo.

No es como escribir en el facebook a lo pendejo quejándose de la supuesta realidad, como aquellos supuestos cultos que dicen conocer su ciudad, como aquellos que se espantan de solo ver un camión feíto en el centro de la misma, que ni siquiera saben la cantidad de ríos y arroyos que pasan por la urbe y ni quienes viven cerca de ellos. Como dice el slogan de la Arena Monterrey, “Nunca será lo mismo verlo, que vivirlo”

P.D. Nunca reniegues de aquellos que ves en las fuentes de la ciudad divirtiéndose mojándose. En parte es falta de cultura, en parte una gran felicidad para ellos.