Adolfo se trasladaba en el vehículo de la empresa en la que trabaja. No hace mucho, fue el domingo pasado.
Circulaba por la carretera y vio un vehículo estacionado al lado de la carretera. Pensó que ya después de hacer su trabajo regresaría y le quitaría el radiador y la pila para venderlos al kilo.
Estaciono su camión y le lanzo una piedra al vidrio. De pronto, un viejito espantado empezó a gritar.
-Espérense espérense no me hagan daño.
Adolfo se saco de onda, pensó que nadie estaba cuidando el vehículo. Sacado de onda se le ocurrió lo primero y más común en él.
-Agáchese hijo de su pinche madre y no le va a pasar ni madre.
Pronto, se subió a su pesada unidad y huyo del lugar.