lunes, 28 de junio de 2010

Domingo 27.

No recuerdo cuando empezó. Estaba en medio del cotorreo. Cheves, asando carne, etc. Me cago uno de los asistentes, el cuñado de una amiga, ya se le cerraron las puertas de mi casa al puñetas, de hecho fue la primera y última vez que asistiría. La carne del día de ayer, la que compre de García me la trajeron a domicilio, la dejarían en casa de los vecinos ya que yo por la mañana no estaría.

Todo normal hasta que empezó a subir el volumen de la velada. Los vecinos se inquietaron debido al ruido y ya que tenían una “recién” nacida. Lo cierto fue que ya razonándolo pensaron que les daría carne como acostumbro. Esta vez no les di, ya que según supe habían internado al vecino y todos los hijos y sus respectivas camadas los visitaron no solo para verlo, sino para quedarse. De ahí el hecho de que no les di carne, como abastecer a chingos de puñetas. Si lo hubiese hecho los abuelos que son mis vecinos, se lo darían a sus hijos y pues X. Bueno la realidad es que estos les arrebatarían el plato se comerían el contenido y saldrían a la calle a gritar como changos.

Al estar asando la carne paso uno de los hijos del vecino que estaba de visita. No sé si se lo dijo a su hijo o me lo dijo a mí, ya razonando un poco creo que me lo dijo a mí. Menciono “Otra vez…. Otra vez”

Que patético. Sé muy bien que comer demasiada carne hace daño. El que la coma de preferencia asada no es mi pedo. Acostumbro hacer eso simplemente porque me gusta. En esta ocasión había evento no lo podía evitar, pero este puñetas creo que piensa como un pendejo foráneo que solo hay que hacer carne asada si se festeja algo o si es navidad. De ahí el pedo que decía de lo de los gritos de los changos si les daría el plato por cortesía. O quien sabe…

El punto es que me bajaron el pedo. Los pendejos me valen verga. Lo que si respeto es a mis vecinos, los abuelos de toda esa bola de puñetas.