viernes, 16 de diciembre de 2011

Pueblo Embrujado. Capítulo 5. La partida.


Todo se vino abajo con el proyecto. Existían más dudas que posibilidades, ello al menos para mi jefe, para mí solo se necesitaba inversión y tiempo. Es lo que faltaba, las dos cosas y estar más tiempo ahí provocaría generar más costos innecesarios. La partida se dio con prontitud, de un día para otro ya estaba mi chofer quien me llevaría de regreso a monterrey.

Miguel mi chofer, llego por la noche. Durmió en la sala al colocar unas colchas sobre el piso. A la mañana siguiente solo haríamos unas diligencias y lo más pronto posible partiríamos para la ciudad que me vio crecer y nacer.

-          ¿Todo bien? -  Le dije  amaneciendo. - ¿Si dormiste bien no pasó nada extraño?

-          Si, dormí con madre ¿Por qué viste algo o qué?

-          Nah, todo tranquilo, pero si pasaron muchas cosas.

-          Oye. Me levante anoche y vi un foco en la puerta del patio. (sobre la perilla)

-          Ah sí; la puse como alarma pa que no se me metieran.


Días antes por la madrugada desperté tranquilamente. Estaba a punto de ponerse el primer rayo de luz sobre el cielo, aún estaba oscuro. Casi de inmediato escuche el venir de unos pasos. Se trataba por el sonido de unas botas vaqueras. El sonido se hizo largo debido a que provenía del andador que corría por el lado del patio. Llego a la banqueta de la calle y regreso nuevamente, pero esta vez por dentro de la casa, es decir, ya no por el andador, sino por el patio llegando a detenerse el sonido en la puerta trasera. Recorrió prácticamente toda la casa por dentro. Al principio no hice mucho caso, debido a que pensé que se regresaba por el mismo andador. Hasta que escuche el sonar de la perilla de la puerta al tratar de abrirla pero sin forzarla.

Me quede quieto. No hice por salir ya que no sabía que esperar. Escuche las botas alejarse por el patio y regresar por el andador hasta que se perdió el sonido. Nunca supe si se tratase de una persona real o no. Solo por si las dudas de que fuera alguna real, coloque el foco sobre la perilla para que me despertase al caer.

Ya arreglado nuestros asuntos proseguimos a llenar la camioneta con las herramientas y el equipo de cómputo entre otras cosas. Todo era normal y cargábamos con prisa ya que queríamos llegar a buena hora a Chihuahua. Mientras lo hacíamos pude notar que en el andador se encontraba una señora. De algunos 45 años quizás. No le preste la mayor atención sino hasta la tercera vuelta a la camioneta. Vi en su mirada un odio el cual no me despegaba para nada mientras cargaba. De momento pensé que era de esas señoras que les agrada la información vecinal pero algo me decía que la señora escondía algo en su mente para conmigo.

-          Oye guey. ¿Ves a la Señora que está en el andador?

-          Si ¿Por qué? Se nos queda viendo bien feo verdad.

-          No guey eso no es nada, aquí pasaron un chingo de cosas que ni te la acabas.

-          ¿Apoco si? ¿Cómo qué?

-          Ya te cuento en el camino que igual tenemos un chingo de tiempo.
               
Al salir ya para arrancar la unidad la señora no se encontraba. Como sabiendo cual sería nuestra última salida hacia la camioneta. La camioneta se prendió y nos dirigimos a Hermosillo. La realidad era que no queríamos jugarnos el material con la aduana de Agua Prieta. Nunca supimos si la señora del andador realmente existía o no. Desde aquella vez que yo y Miguel vimos a la secretaria en las oficinas del gran almacén de la Minera, todo era posible.

En el camino le platique la historia que viví en la casa. En el camino a Hermosillo solo bastaba estirar la mano para poder agarrar alguna rama de Cannabis que por naturaleza se había dado al lado de la carretera. Al llegar a Hermosillo nos falló una luz delantera. Pensamos por un momento jugárnosla pero al pensar que era pura sierra se nos hacía muy peligrosa la idea. Terminamos por dormir en Hermosillo.

Esa fue la primera de nuestras desventuras. Después estuvimos a punto de chocar de frente en una curva en la Sierra Tarahumara. La camioneta fallaba constantemente. Era una falla nueva. Ya se le había modificado la luz al motor debido a la altura pero eso no evitaba que siguiese fallando.

La carretera estaba desierta. Solo 4 vehículos nos topamos en el trayecto y por suerte eran de Nuevo León, al menos no nos sentíamos tan solos.

Llegando a Monterrey desde Hermosillo, en un viaje de alrededor 24 horas sin parar Miguel me dejo en mi casa de San Nicolás. Llevo la herramienta al negocio y posteriormente dejo la camioneta en la casa del patrón. Eso, solo para que al apagarse ya no quisiera prender. Algo nos protegía y nos trajo desde Sonora a Monterrey. La camioneta paso semanas para que le encontraran la falla.