domingo, 1 de mayo de 2011

La historia de las Grutas de García y los Marmolejo. Cap. 5. La primera exploración.

Con gran sacrificio para quienes no estaban acostumbrados y después de casi una hora de subir, todos llegaron a la cueva, uno a uno iban llegando sin atreverse a seguir hasta que todos estuvieran ahí, la encontraron como es, “Grande y Silenciosa” y se sintieron invitados a descansar y a refrescarse atisbando con la vista de todos lados antes de atreverse a entrar. Después caminaron un poco más, venciendo el temor natural y fueron avanzando en grupo hasta colocarse en el pórtico de la gruta, descargaron sus cosas poniéndolas en el piso y mientras descansaban se dedicaban a curiosear, al mismo tiempo que platicaban en relación a la corriente de aire frio que se sentía aproximarse al pequeño arco natural que esta al fondo y que da paso al interior.

Casi todos sentían hambre, después de haber subido a la cuesta, pero la emoción al haber llegado hasta ahí era superior a todo y esa inquietud tan natural les hacía olvidarse de lo demás. Después se compacto el grupo y con más entusiasmo avanzaron hasta quedar frente a la entrada de la gruta, donde la presión del aire era más notable. Pero así, todos en grupo, penetraron y al trasponer la parte reducida dejaron sentir el aire y se colocaron todos al amparo de la luz natural que penetra por la entrada y en un área más amplia se congregaron para amarrar el delgado cordel de ixtle para guiarse al regreso.

La obscuridad y el silencio les impactaba a todos y el instinto natural de conservación los obligaba a mantenerse cerca de los demás, solo tinieblas y silencio era lo que se apreciaba por todos rumbos de la cueva; después empezaron a oír ruidos de las gotas de agua, ruidos leves que a veces se oían como si fueran pisada de fieras o de gente. Por algunos minutos permanecieron así, luego el Padre hizo una oración para iniciar la exploración a la caverna, mientras los demás se arrodillaron y se persignaron. Cuando se levantaron por indicaciones del Padre, encendieron las velas y las antorchas, esto hizo aumentar la emoción de los exploradores que gritaron de entusiasmo y de alegría resonando en gran parte de la caverna.

Aquellos gritos, el humor de las antorchas y la luz que se hizo, quebrantaron el sueño de los únicos habitantes de la obscuridad, “los murciélagos”, que se alertaron y volaban por encima de las cabezas de los visitantes, chillaban y aleteaban como si verdaderamente fueran a atacar, algunos de estos animales abandonaban el lugar, salían al exterior y regresaban inmediatamente. Para aquella gente que no esperaba esto, fue una gran sorpresa en un principio, pero después se ajustaron a este inconveniente y comenzaron a caminar al amparo de las antorchas y de las velas. El piso natural de la gruta es sumamente accidentado y al derredor de donde se encontraban había infinidad de formaciones de calcita, que simulaban cortinas de piedra, junto a la entrada, al frente y a todos lados en diferentes colores, algunas más blancas, otras en color amarillo, como si estuvieran oxidadas y en formas muy diversas.

Comenzó aquel grupo por subir por entre las rocas, a veces con el piso de la tierra acumulada y a medida que avanzaban iban apareciendo formaciones delgadas, otras gruesas y otras se habían convertido en enormes columnas que llegaban hasta el cielo de la cueva, como si fueran puntales que sostenían el techo, tachonado de estalactitas, unas más cortas y otras más largas, y que son el producto de los carbonatos de cal acumulados a través del tiempo.

Con muchas penalidades fueron avanzando, a veces subiendo, otras veces bajando pequeños promontorios apreciando todos lados un sinfín de maravillas y sorpresas, el delgado cordel de ixtle lo iban dejando tendido al piso con la intención de que el regreso este les indicara la salida, cuando este cordel se les terminaba, agregaban otro pedazo y a la medida que se adentraban, se les despertaba más interés de seguir, pues estaban seguros de otra entrada tal vez al otro lado de la montaña.

Con las mismas dificultades con las que comenzaron siguieron avanzando, apareciendo cada rato figuras blancas, inmovibles que como centinelas de aquel lugar dada la pompa desplegada en la abundancia de estatuas, siluetas y contornos y que aquello lejos de cansarlos, los animaba a seguir explorando, se olvidaron de temores y de murciélagos que seguían volando y chillando, pero para ellos ya no era novedad.

Así fueron más adentro, con más interés, si alguien manifestaba cierta duda o temor, los demás lo animaban, porque ahí estaba el cordel, que en todo momento les indicaba el rumbo de la salida y que por lo pronto era lo más importante.