Ya habían sucedido muchas
situaciones que me tenían aturdido en mis quehaceres rutinarios. Al andar por
el pueblo note algo inusual con los perros. Todos sin excepción mostraban un
estado de somnolencia rara. Lo menciono así por que durante todo el día así se
mostraban. Ninguno se veía juguetón, ladrándole a la gente o lo mas mínimo, que
fuese bravo. Todos estaban en un estado hipnótico, como si de un felino se
tratase, quien llevase una vida absolutamente nocturna.
Así, las noches para mí fueron
largas. Tan largas como mi miedo quisiera extender la velada. Hubo una noche
especial. Aparentemente normal me acosté sobre el colchón postrado en el piso
del cuarto de en medio. A la entrada del cuarto tenía una caja con equipos de
corte y una que otra herramienta. Fuera de ello, el cuarto estaba completamente
vacío.
Recién acostado justo para
conciliar el sueño, se empezó a escuchar el sonar de un bote de plástico. Mi
mente empezó a accionar todas las posibilidades del origen del ruido. Como en
todas las demás ocasiones siempre le veía un lado razonable a las cosas y aquí
era más que obvio, una rata se había metido al cuarto. Pero… ¿Que rata? ¿Cuál
Bote? No tenía ni uno ni lo otro. Lo sellado de la casa impedía la entrada de
algún roedor y si lo hubiese me daría cuenta por la falta de muebles. Además,
por el ruido fuerte del plástico todo indicaba que se tratase de un roedor
enorme. Me levante y prendí el foco del cuarto para cerciorarme de dicho
animal. Le di una buscada a la caja de herramientas y todo parecía normal.
Me volví a acostar. El ruido
empezó de nuevo. Extrañado saque todas las cosas de la caja pero no había nada.
Aun quería que se tratase de un roedor. No esperaba otra cosa más que ello,
alguna situación normal.
Me volví a acostar, pero esta
vez deje la puerta abierta del cuarto. Mientras me dirigía al colchón, no le perdí
la vista a la puerta, que por la luz mercurial de la calle notaba si el roedor
salía o no. El ruido comenzó a escucharse de nuevo. Me levante y procedí a
mover la caja, no sin antes ver de reojo para los lados esperando que el roedor
saliera por la puerta. La acción fue inútil, ya que sabía perfectamente con la
revisión anterior que no había nada. Esta vez estaba más que confirmado, había
un ruido extraño en el cuarto y no era natural.
Me acosté y siguió el ruido.
Esta vez me levante solo para cerrar la puerta de cuarto. Me acosté y
nuevamente siguió. Entre en pánico. Aun escribiendo estas líneas siento la
impresión de aquella noche. No pude más y opte por cubrirme con la cobija como si
de un niño miedoso se tratase. Siendo ateo me entro la duda y me persigne. El
ruido seguía constantemente. Me volteo hacia la pared y comencé a temblar del
terror que me inundaba. Así, sin más, me dormí.
Lo supe meses después. Era
normal. Un fuerte miedo provoca que se cause el sueño inmediato por el shock
generado. Cuando se tiene miedo en término medio puede uno aguantar así toda la
noche, más no cuando la impresión es exageradamente fuerte.
Ya no paso más lo del ruido
del bote en el cuarto. Pero las noches se volvieron mi centro de atención. Fue
ahí cuando note las frías noches serenas, sin el más mínimo ruido. Hubo noches
con fuertes vientos, que por si fuera poco la casa tenia cielo falso y su techo
era de lámina, misma que rosaba con las ramas de un árbol y rechinaban a la par
del movimiento del viento, dándole un toque tétrico a mis estadías.
Hubo noches raras, donde
escuchaba a todos los perros del pueblo. Quienes por doquier estaban muy
activos, todos ladrando. Cuál fue mi sorpresa que una noche ya no ladraban,
todos se encontraban aullando.
Realmente lo vivido no se lo
deseo a nadie, sobre todo a aquellos que no tienen la experiencia de
sobrellevar los fenómenos paranormales. Ahora, acostumbrado a dichos fenómenos
se me haría interesante ir y vivirlo con la enjundia que me caracteriza en esos
eventos. En aquellos años no era muy común que viese fantasmas y menos tan
recurrentes en tan solamente dos semanas.
El proyecto no se realizó y
tendría que regresar a monterrey. El regreso, fue otra historia.