viernes, 16 de diciembre de 2011

Pueblo Embrujado. Capítulo 3. Sombras.


La experiencia aumentaba de tono. Muchas vibras se enrolaban a mi alrededor por tanta gente nueva que conocía. Muchos casi llegando al extremo de rogarme por darles empleo, mismo que era incierto debido a que el proyecto era tan solo eso, un proyecto y no había nada concreto aun. Todo el pueblo me conocía. Al ver el vehículo en que me transportaba decían “Ahí va el contratista” Tanto por mi apariencia como por las placas de Nuevo León.

No sé si lo que me pasaba era relacionado a las vibras de esas personas o a la intensidad energética de la zona por los metales que extraían y las envidias generadas al respecto. Las pepitas de oro se habían acabado muchos años atrás, muy seguramente había demasiado enterrado con sus respectivos conjuros para protegerlos. La Mina más cercana de oro estaba a horas de ahí. Se extraían 5 toneladas al año removiendo grandes cantidades de tierra y desapareciendo cerros completos para el objetivo. La Mina La Caridad, la más grande de México y donde su producción de cobre es la segunda más grande del mundo se encuentra al sureste de Nacozari a pocos minutos.

Toda la magia del pueblo y su impresionante infraestructura a pesar de su pequeñez me atraía demasiado. Me entere que una versión de los Cadetes de Linares tocarían en un salón local pero no pude asistir. Me estaba acostumbrando a la vida local y un día así sin más me encontraba haciendo una llamada a mi jefe en monterrey sobre asuntos del proyecto. Hablamos de diversas cuestiones, cuando de pronto vi salir una silueta de una pared corriendo y desapareciendo al cruzar la pared del otro costado de la sala. Se trataba de una silueta humana, negra. Como si se tratase de un ser en otra dimensión solo paso corriendo por en medio de mi sala así sin más. Me quede callado y mi jefe me hablaba cuando le dije que parara, que me esperase. Mire la sala una y otra vez.

-Wey, acabo de ver salir de una pared una sombra y meterse en otra corriendo.

-Ya estas alucinando, te está afectando la soledad.

-No, en serio. Ni te imaginas cuantas cosas he visto pero esto ya es demasiado.

Esa noche después de colgar con mi jefe me dispuse a preparar la cena. Prendí la parrilla y salí a la tienda más cercana para comprar unos blanquillos. Afuera de la casa me topé con un tipo que venía calle abajo. Me cuestionaba sobre mis asuntos y sobre la posibilidad de que le ofreciera trabajo. Estaba platicando al respecto y pude notar a unas casas como un señor de edad avanzada junto supongo yo, su nieto, jugaban con una pelota y a su misma distancia dos perros grandes también lo hacían pero entre ellos. La plática entre yo y el tipo era de lo más normal cuando de pronto los perros se lanzaron sobre de nosotros. Bravos llegaban a gran velocidad con una furia poca vista por mí. Me di cuenta que venían directo a atacarme cuando estaban a tan solo unos 5 metros. Uno de ellos alcanzo a rozar con su hocico mi pantorrilla cuando el tipo con quien platicaba le tiro una fuerte patada.

Así sin más, los perros se regresaron con otra actitud, sumamente contentos con su rabo radiante de felicidad como si a una motocicleta hubiesen perseguido. La escena se me hizo rara. Al acabar la pequeña entrevista informal con el tipo me dirigí a la tienda tomando las precauciones necesarias para con los perros. Al estar echando a la bolsa los blanquillos ya en la tienda me dio un fuerte escalofrió. Pensé que algo estaba sobre mi o detrás de mí al momento que los perros me atacaron.

Regrese a la casa y pase frente a los perros quienes no me hicieron el más mínimo caso. Sabía que no me atacarían ya que había reflexionado sobre el supuesto ser que tenía alrededor de mí, al cual habían atacado.

Al llegar a la casa la flama de la parrilla estaba apagada. La situación se estaba haciendo cada vez más personal.