martes, 16 de agosto de 2011
Paseando por Roma. La ida.
La verdad no era Roma, la ciudad miada. A donde me dirigía no tenia mucha diferencia de Roma, es decir, de su gente, la arquitectura es una herencia que le beneficia turísticamente hoy en día pero en realidad estaba pensando en la canción de Soda Stereo.
La realidad, me dirigía de Apodaca a Escobedo. El ultimo Bastión.
Una mañana fresca. Enciendo el cigarrillo dirigiéndome a un par de calles a tomar el colectivo. Dejo pasar dos por la piteada constante. Una migración de aves. No pude determinar que especie era. Tenía más de 25 años que no veía una. Al fondo, una golondrina felizmente seguida por un colibrí.
Subo al colectivo. Con clima respiro un fresco olor a perfume de mujer y hombre. Soy el más informal. Algunos con corbata, unas con traje secretarial. Teens dirigiéndose a la universidad con sus playeras que realzan su busto perfecto. De conductora, una machorra a alta velocidad.
Mientras más avanza la unidad mas llena se encuentra y mas gritos anunciando la bajada.
Bajo en San Nicolás y tomo el 220 Unidad. Demasiado servicio para la colonia a la que se dirige. Viajo por Escobedo y nada ha cambiado, solo unas adecuaciones viales. Tantas patrullas en Seguridad Publica. Resalta ello por que hace tiempo solo tenían Tsuru's con el maniful quebrado. Ahora tienen demasiadas patrullas pero todas perdiendo el tiempo en el estacionamiento.
Paso por la Isla. Colonia a la cual remodelaron su calle principal dándole mucho valor a sus casas y plusvalía, bueno fuera que las casas estuvieran legalmente pero no es así.
Tomo el Ruta 13. La sanguinaria como se le conocía hace años. Anualmente mataban a 3 o 4 peatones, inclusive tenía su propia obra de teatro a bordo de la misma unidad. Todo contrasta a la Ruta 220 o a aquel que tome en Apodaca. Aquí el olor a orín es inminente. Muchos albañiles me acompañan. Polvo por doquier.
En la primer bajada en la Agropecuaria un par de mujeres Testigos de Jehová. Las siguen unos albañiles y una teen muy guapa.
La Agro no ha cambiado en nada. El mismo olor a marraneras de siempre y los terrenos llamados Ranchos por sus dueños a medio construir. En uno de ellos la mirada perdida de un burro esperando que pase el tiempo.
Llego a mi destino. Caminando entre la terracería, recuerdo la leyenda local sobre la misma de que se había visto una Anaconda pasar en medio de la calle. El Finado Téllez fue el que promovió dicho relato, mismo que supuestamente el le había pasado por encima con su camioneta. Al final, cuentos ejidatarios.
Paso por el terreno de Molina, un líder rata de la CROC muy conocido en la zona. No ha cambiado en nada su terreno lo cual indica que se le acabo el negocio.
Hago mis cosas y me retiro. El viejo de la tienda de la esquina me reconoce. Ya han pasado 5 años y no se olvida de mí. Le compro un tabaco y un refresco.